13 de septiembre de 2011

Noche sin luna

En una noche oscura, en una noche sin luna, caminó sin rumbo por el malecón de aquella playa. Iba solitaria y con sus ojos ahogados en llanto. Llevaba una rosa negra que apretaba con fuerza mientras cada espina se clavaba en su delicada piel.

Tenía la mirada fija y perdida en el horizonte, mientras la olas reventaban con fuerza en el peñón, y el agua, desafiando al viento, limpiaba la roja sangre que bajaba por su brazo.

Decidida a olvidarlo, lanzó con fuerza la flor, esperando que el mar se llevara aquel profundo dolor que se le había clavado tan adentro la noche que él la abandonó, pero un terco soplido del viento la devolvió una y otra vez dejándola a sus pies.

Resignada se agachó una vez más a recogerla, pero no intentó lanzarla de nuevo... la tomó entre sus manos y la apretó aún con más fuerza que antes, mientras sentía cada espina atravesándole el alma y la sangre tatuando su dolor.

Se marchó... y entre la oscuridad de la noche desapareció.

Nadie sabe qué pasó esa noche... ni en la arena, ni en el mar quedó rastro, solo el tiempo dirá cómo será su desenlace, cómo será su final... pues ella lo sigue esperando y él sabe que no regresará.

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